martes, 26 de octubre de 2010

Imperio Romano de Oriente.


IMPERIO ROMANO DE ORIENTE:

Imperio bizantino es el término historiográfico utilizado desde el siglo XVIII para referirse al Imperio romano de Oriente en la Edad Media. La capital de este Imperio cristiano se encontraba en Constantinopla (en griego, Κωνσταντινούπολις, actual Estambul), de cuyo nombre antiguo, Bizancio, fue creado el término Imperio bizantino por la erudición ilustrada de los siglos XVII y XVIII.


ORIGEN

Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el Emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.

La caida del Imperio Romano de Occidente.


IMPERIO ROMANO DE OCCIDENTE:
El Imperio romano de Occidente es la parte occidental del Imperio romano, después de su división en Occidente y Oriente iniciada con la tetrarquía del Emperador Diocleciano (284-305) y efectuada de forma definitiva por el Emperador Teodosio I (
379-395), quien lo repartió entre sus dos hijos: Arcadio recibió el Imperio de Oriente y Honorio recibió el de Occidente.


Principales motivos de la desaparición del imperio:
Constantes revueltas sociales y rebeliones internas denominadas comunmente como bagaudas, contra las que muchas veces, las autoridades imperiales no podían hacer nada, ya que debían reservar sus ejércitos para luchar contra los bárbaros.

Las invasiones hunas de Atila supusieron un punto de inflexión, ya que los romanos jamás habían visto semejante nivel de destrucción y arrasamiento, como el que Atila sometió a la Galia y al norte de Italia y debido a eso se ganó el apodo de El azote de Dios.

Constante devaluación de la moneda romana. El tráfico comercial, que se daba principalmente en el Mediterráneo se paralizaba continuamente a causa de las razias piratas, (los vándalos hicieron de la piratería su principal arma contra el imperio).

Las plagas y hambrunas afectaban constantemente a la población, la cual cada vez se veía más desplazada hacia el campo, que significaba la despoblación de las ciudades.

La barbarización de los ejércitos romanos, que perdieron la disciplina militar y su incomparable equipamiento militar, además de la escasez de líderes militares competentes.

Los dos saqueos de Roma por parte de los reyes Alarico y Genserico, supusieron un golpe terrible para la moral romana, ya que hacía más de siete siglos que ningún ejército extranjero penetraba en Roma e hicieron perder al imperio su aura de invencibilidad.